Retrato de Alfonso XIII, Sorolla |
Capítulo I, Alfonso XIII
Con motivo de la abdicación de Juan Carlos I, nos ha parecido interesante hacer un repaso de los finales de los reinados de la monarquía española. Comprobaremos la tortuosa y difícil relación que ha existido siempre entre los soberanos y los nobles, políticos y ciudadanos españoles.
Alfonso XIII de Borbón, (Madrid, 17 de mayo de 1886 – Roma, 28 de febrero de1941), fue rey de España desde su nacimiento hasta la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931. Asumió el poder a los 16 años de edad, el 17 de mayo de 1902.
Hijo póstumo de Alfonso XII y María Cristina de Habsburgo-Lorena. Su madre ejerció la regencia durante su minoría de edad, entre 1885 y 1902. El 31 de mayo de 1906, se casó con la princesa británica Victoria Eugenia de Battenberg (1887–1969) y tuvieron siete hijos.
Su reinado estuvo marcado por problemas de gran importancia que darían al traste con la monarquía liberal: la falta de una verdadera representatividad política de amplios grupos sociales; la pésima situación de las clases populares, en especial las campesinas; las consecuencias del desastre del 98; los problemas derivados de la guerra del Rif; la dictadura de Primo de Rivera y el nacionalismo catalán.
Abandonó España voluntariamente tras las elecciones municipales del 12 abril de 1931, que fueron tomadas como un plebiscito entre monarquía o república.
Al conocerse el resultado de las elecciones, con el apoyo a las candidaturas republicanas, el 14 de abril se proclamó la Segunda República. El rey abandonó el país ese mismo día, con el fin de evitar una guerra civil:
[...] Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil.
Manifiesto de Alfonso XIII en ABC |
Manifiesto de Alfonso XIII, 13 de abril de 1931
Renunciaba a la Jefatura del Estado, pero sin una abdicación formal:
[...] No renuncio a ninguno de mis derechos, porque más que míos son depósito acumulado por la Historia, de cuya custodia ha de pedirme un día cuenta rigurosa.
Manifiesto de Alfonso XIII, 13 de abril de 1931
En la noche del 14 al 15 partió de Madrid hacia Cartagena al volante de su automóvil Duesenberg y desde allí zarpó para Marsella en un buque de la Armada Espoñola para trasladarse después a París. Su familia salió en tren desde Aranjuez a la mañana siguiente. El rey al abandonar España pronunció sus más famosas palabras:
[...] espero que no habré de volver, pues ello sólo significaría que el pueblo español no es próspero ni feliz.
Por una Ley del 26 de noviembre de 1931, las Cortes acusaron de alta traición a Alfonso XIII:
A todos los que la presente vieren y entendieren, sabed: Que las Cortes Constituyentes, en funciones de Soberanía Nacional, han aprobado el acta acusatoria contra don Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena, dictando lo siguiente:
«Las Cortes Constituyentes declaran culpable de alta traición, como fórmula jurídica que resume todos los delitos del acta acusatoria, al que fue rey de España, quien, ejercitando los poderes de su magistratura contra la Constitución del Estado, ha cometido la más criminal violación del orden jurídico del país, y, en su consecuencia, el Tribunal soberano de la nación declara solemnemente fuera de la ley a don Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena. Privado de la paz jurídica, cualquier ciudadano español podrá aprehender su persona si penetrase en territorio nacional.
Manuscrito de la abdicación de 1941 |
El 15 de enero de 1941 renunció a la jefatura de la Casa Real en favor de su hijo Juan (sus dos hijos mayores se habían apartado de la sucesión). Falleció el 28 de febrero de 1941 en el Gran Hotel de Roma a causa de una angina de pecho. Estuvo enterrado en la iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles de la capital italiana hasta que, el 19 de enero de 1980, sus restos fueron trasladados al Panteón Real del Monasterio de El Escorial por orden de su nieto, el rey Juan Carlos I.
Detalles de los nueve folios que escribió el ministro de Marina José Rivera y Álvarez de Canedo, el hombre encargado de sacar al rey de España y trasladarlo sano y salvo a Marsella[1]
14 de abril de 1931. Alrededor de las 16.30 horas. El todavía rey Alfonso XIII permanece en el Palacio Real de Madrid junto a los ministros del equipo de Gobierno del almirante Aznar. La decisión de abandonar el país ya está tomada. El rey, pensativo, se acercó a uno de los grandes ventanales de Palacio. “Esta es la que casa en la que nací y quizá no volveré a ver”, pronunció. No se equivocaba. Esa misma noche Alfonso XIII huyó de España. Primero se dirigió a Cartagena en su coche deportivo de lujo y allí embarcó en el buque 'príncipe Alfonso' con destino a Marsella. Nunca más volvería en vida. Sus restos fueron traslados a España en 1980 siendo recibidos por su único hijo vivo: Don Juan, el que nunca fue rey.
Coche de Alfonso XIII |
Los ministros del gobierno del almirante Aznar estaban reunidos en Palacio desde las 12 del mediodía. La decisión de “empaquetar” al rey hacia Marsella fue tomada el día antes, el lunes 13 de abril. El gobierno había explicado a Alfonso XIII que en caso de querer batallar con las armas el resultado de las elecciones municipales del 11 de abril no podrían contar con gran parte del Ejército y de la Guardia Civil. Solo el ministro de Fomento, Juan de la Cierva y Peñafiel, defendía que el monarca debía permanecer en España. El rey, aseguraba, no quería que se derramara sangre por él. Años más tarde, cuando la Guerra Civil y en una situación óptima para la victoria, Alfonso XIII olvidó el pacifismo, el amor a su pueblo y apoyó fervientemente al general Franco.
Estos son algunos detalles de los nueve folios que escribió el ministro de Marina José Rivera y Álvarez de Canedo, el hombre encargado de sacar al rey de España y trasladarlo sano y salvo a Marsella. El tono es aséptico, casi de nota de prensa. El relato, sin embargo, ofrece todo lujo de detalles de los últimos minutos del monarca en suelo español y de cómo ya en aguas francesas y tras recibir honores militares el rey Alfonso XIII rompió a llorar. “Dispense Don José, no lo he podido evitar”.
"¿Quién me ha empaquetado a mi para Cartagena?"
Alrededor de las 21.00 horas de la noche del 14 de abril Alfonso XIII abandonó el Palacio Real por la puerta secreta que daba a los jardines del Campo del Moro. El rey marchó delante en su coche de alta gama, un Duesemberg convertible (imagen). Le acompañan, en el automóvil, el infante Alfonso de Orleans y su ayudante Moreu. El ministro José Rivera y el duque de Miranda irían detrás. Más tarde descubrirían que también les acompaña un coche patrulla de la Guardia Civil. En la calle, la República ya era festejada y la bandera roja presidía el edificio de Correos.
“La primera parada la hicimos en pleno campo y pasado Aranjuez. Bajamos todos y nos reunimos con el rey Miranda y yo, también el infante, que nunca se separaba de él. El rey me dijo: '¿Quién me ha empaquetado a mi para Cartagena? ¿Tú?' y le contesté que sí, que el Gobierno. ¿A dónde vamos después? Ya se lo diré a S.M. Y al oído: a Marsella (sic)”, escribe José Rivera.
Tras esta primera parada, el viaje continuó “a gran velocidad”. Tres veces más detendrían su camino hasta llegar al primero de los destinos: el Arsenal de Cartagena. Allí, describe, Rivera, se agolpaban miles de personas que celebraban el advenimiento de la República y que era contenida por la guardia pública. Tan pronto como estuvo todo preparado, el ya exmonarca de España embarcó en un bote que debía llevarlo a bordo del buque 'príncipe Alfonso'. Antes, el almirante Cervera, jefe del buque, dio “siete vivas al rey”. “Éste contestó con un 'Viva España'”, escribe Rivera. Desde el puente del buque, su punto más alto, Alfonso XIII vislumbró por última vez la tierra de la que había sido rey y que ese mismo día había amanecido republicana.
Un rey depuesto
El 26 de noviembre de 1931 fue acusado de alta traición por las Cortes republicanas.
Heraldo de Madrid, 15 de abril de 1931 |
La mañana siguiente, la del 15 de abril, las noticias fueron llegando al buque donde se alojaba el monarca, para su disgusto. Ya era oficial. La República había sido proclamada y el buque donde él partía hacia el exilio debía izar la bandera republicana. “¿Cuándo?”, preguntó el monarca. “Cuando usted esté en tierras francesas y nosotros no estemos en sus aguas”, respondió Rivera. Horas después llegó la notificación de que el infante Juan ya estaba en Gibraltar. El rey quiso contestar pero la misión era secreta y nadie podía comunicarse con el exterior. Ni siquiera un rey depuesto.
“¿Cómo se me despedirá?”, preguntaba el monarca a Rivero, inquieto en su nueva condición de rey exiliado. “Interiormente, con todos los honores”, respondió el ministro para tranquilidad real. De esta manera, el buque llegó a la costa marsellesa a las 5.30 horas de la mañana. “Momentos antes de desembarcar hablé con el rey, que dudaba en la forma de despedirse, pues me preguntó si debía hablar o no. Yo le aconsejé que no hablase y se despidiese uno a uno de los oficiales y jefes. Así lo hizo dándoles la mano y sin pronunciar palabra”, escribe Rivera.
A las 5.55 horas de la mañana el monarca puso pie en suelo francés. Antes, había roto a llorar al ver a los oficiales formar para su despedida. Allí, una comitiva de cuatro o cinco personas esperaba a Alfonso XIII, silbaron y aparecieron unos coches. Era la hora de la despedida. “El rey me abrazó y dijo que me marchase dándome las gracias por todo, le dije que esperaría a que desembarcasen los maletines que venían en otro bote y cuando aquellos estuvieron sobre el muelle y la gente reembarcada me despedí volviendo a abrazarnos al ayudante y a mi”, escribe.
Cuando Alfonso XIII abandonó España poseía más de 140 millones de euros
El camino de vuelta estuvo presidido por la bandera tricolor de la República. Se retiraron todos los retratos de la familia real y símbolos de la monarquía. El buque que había zarpado hacia Francia llamándose 'príncipe Alfonso' retornó con el de 'Libertad'. La estocada definitiva a Alfonso XIII fue dada el 26 de noviembre de 1931 cuando las Cortes le acusaron de alta traición y decretaron que cualquier ciudadano español “podrá aprehender su persona si penetrase en territorio nacional” (ver documento adjunto).
La reina Victoria Eugenia y sus hijos salieron de España, el día 15 de abril, en el tren de Hendaya rumbo a Francia con la escolta del director de la Guardia Civil, el general José Sanjurjo. “La familia se reuniría poco después en París aunque no hay que olvidar que la reina abandonó a Alfonso XIII y se marchó a vivir a Londres y que este continuaría fuera de España con sus líos de faldas. Su vida se desarrolló a caballo entre Suiza y la Italia de Mussolini”, explica el catedrático Pedro María Egea.
Un millón para Franco
En esta nueva etapa de su vida, no se puede decir que le faltara dinero al depuesto monarca. En el momento de huir su fortuna superaba los 140 millones de euros, de los que un tercio se encontraba fuera del país, tal como ha documentado el escritor José María Zavala en su libro El patrimonio de los Borbones. Con el golpe de Estado de 1936 el espíritu pacifista de Alfonso XIII ya había desaparecido y no le importaba el derramamiento de sangre.
Se trataba de recuperar su corona y para ello dispuso un millón de pesetas y medió para Franco e intercedió con Mussolini para que facilitara armamento militar y enviara a España, con la mayor rapidez posible, la aviación militar fascista También su hijo Juan, padre de Juan Carlos I, mostró su apoyo a Franco en varios ocasiones e incluso le pidió venir a España para luchar en la Guerra Civil. Posiblemente el exrey y su hijo pensaron que Franco restauraría la monarquía borbónica en España. Y así lo hizo. Pero en 1969 y en la figura de su nieto, Juan Carlos I.
Finalmente, el 15 de enero de 1941, muy enfermo, Alfonso de Borbón abdicó sus derechos reales en su hijo Juan, y seis semanas después, el 28 de febrero, murió. Fue enterrado en Roma. La dictadura decretó tres días de luto, y Franco envió una corona al funeral con el mensaje:
A S. M. el Rey Don Alfonso XIII, Francisco Franco.
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