Acuarela

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domingo, 3 de febrero de 2013

Los pícaros del S. XXI. El nuevo patio de Monipodio


Escuché hace algunas semanas en hora 25 de la Cadena Ser, un comentario del escritor Luis Sepúlveda haciendo un paralelismo entre la situación actual de España y un pasaje del Lazarillo de Tormes, concretamente en el que comen uvas de un racimo.

Luis Sepúlveda no es la primera persona que conecta muchas de las cosas que suceden en nuestro país en la actualidad, (los episodios de corrupción, los despilfarros, los recortes y la escasa falta de respuesta social), con las que pasaban en la España del S. XVI y XVII y que tan fielmente reflejaron los grandes autores del Siglo de Oro, Quevedo, Mateo Alemán y el propio Cervantes, en El Buscón, Guzmán de Alfarache o Rinconete y Cortadillo, o la ya mencionada Lazarillo de Tormes, la primera y más conocida novela picaresca española.

Según el pasaje del Lazarillo de Tormes, el ciego y Lázaro se ponen de acuerdo para comer las uvas por turnos de una en una. Acabado el racimo, el ciego acusa a Lázaro de comer las uvas de tres en tres:

“Lázaro, engañado me has: juraré yo a Dios que has tú comido las uvas tres a tres.”
“No comí, dije yo, mas ¿por qué sospecháis eso?”.
Respondió el sagacísimo ciego:
“¿Sabes en qué veo que las comiste de tres en tres? En que comía yo dos a dos y callabas.”




El pícaro español de la novela del S. XVII, es de origen humilde, un producto de la decadencia económica y moral que afectaba a España en aquellos momentos que propició la multiplicación de estos personajes que tenían que buscarse la vida al no beneficiarse de la riqueza que llegaba a España procedente de las Indias.

El pícaro español de hoy, no viste arapos, no tiene que apoyarse en artimañas aprendidas en la calle, viste cuello blanco, ha recibido una buena formación, pertenece a las élites políticas y económicas y se ha comido las uvas de una sociedad ciega.

La picaresca todo lo legitima, la especulación, la imitación de modelos sociales vacíos, el expolio del planeta y las burbujas artificiales. El problema del pícaro, es que el racimo se ha terminado y su expolio ha quedado grabado. Será cuestión de tiempo que los ciudadanos recuperen la visión, recuerden el robo de sus uvas, quiénes lo han hecho y se pongan manos a la obra para conseguir una sociedad menos materialista. Ya perdimos entonces el tren del humanismo, ahora tenemos la oportunidad de agarrarlo.

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