Acuarela

Acuarela

martes, 30 de julio de 2013

El cultivo del melón en la segunda mitad del S. XX en La Mancha. Aumento de la siembra y producción con alternancia de precios

Después de la Guerra Civil, la escasez de productos alimenticios y las condiciones penosas de la economía española, hicieron que el gobierno fijara los precios de venta de los alimentos básicos. El Boletín Oficial de la Provincia establecía los precios máximos de las carnes, frutas y verduras. En su edición del 18 de julio de 1945 contemplaba la venta de melones en la provincia en 0,70 pesetas kilo precio mayorista y 1,20 pesetas kilo precio venta al público.

En 1952 encontramos la primera referencia posterior a la Guerra Civil, al cultivo del melón en la provincia de Ciudad Real:
“El entusiasmo con que Carrión de Calatrava acogió la idea de la l Feria Regional del vino de la Mancha fue grande. Su colaboración ha sido en todo momento entusiasta, circunstancia de, gran mérito, pues el trabajador pueblo manchego se encontraba bajo los efectos del pedrisco que tantos daños ha ocasionado a su economía. Baste decir que 900 hectáreas de viñedo, 700 de olivar, 76 de: patatas 75 del panizo y 10 de melones fueron materialmente destrozados por la tormenta que tantos daños causó también a otras localidades”[1].

1959
Madrid come diariamente más de 200.000 kilos de melones. Los de Villaconejos son los de mayor aceptación[2].

“Extraordinaria cosecha en la comarca de Puertollano. Es extraordinaria la actual cosecha de melones y sandías en esta región particularmente en los cultivos de secano a los que se dedican mayores superficies de siembra. Las favorables condiciones meteorológicas, unidas a que la tierra conserva abundante reserva de humedad, hacen que la producción de estas curcubitáceas sea realmente espléndida, por lo que los mercados se ven abarrotados de estos frutos. El precio acusa un 30 por 100 de descenso en relación con el alcanzado en esta época del año anterior, cotizándose las sandías a 1,50 pesetas kilo y los melones a 2 pesetas, con tendencia acusada a nuevos descensos en las cotizaciones”[3].

1962
Los melones han bajado a 1 peseta el kilo[4].

1963
“Ciudad Real: La cosecha de melones supone 50 millones de pesetas. Manzanares (Ciudad Real), 30. Cerca de 50 millones de pesetas, representa la venta de melón y sandía, en esta zona da La Mancha. Se presta aquí mucha atención al cultivo de estas frutas, tanto en aprovechamiento de regadío como de secano. Los centros que más destacan en esta producción son: Tomelloso, Argamasilla, Manzanares, Llanos del Caudillo, Membrilla, Daimiel y Socuéllamos. Las plantaciones de este año han superado los cinco millones de matas, de ambas plantas, y la producción se acentuó más en el melón, por su mayor resistencia y valorización en el mercado. El año no ha sido muy bueno del todo, por el ataque de la «melosa» que es muy difícil de combatir e hizo perder los primeros cuajes del año[5].

En el patio del mercado de Ciudad Real se ha cotizado el melón entre 1,50 y 2 pesetas[6].

Márgenes comerciales. Los productos agrarios se encarecen incompresiblemente antes de llegar al consumidor. Los melones en Madrid se vendían a 5 pesetas kilo, mientras que el productor obtenía tan solo 1,25 pesetas[7].

sábado, 27 de julio de 2013

El cultivo del melón en el primer tercio del S. XX

El pasado mes de octubre en un artículo sobre el origen del cultivo del melón en Membrilla y en La Mancha, apuntábamos que la planta del melón es originaria de África. Muy probablemente, su cultivo fue introducido en La Mancha por los árabes, aunque algunos autores apuntan que pudo llegar a España en época Romana.

Desde entonces, el cultivo del melón ha variado sustancialmente hasta convertirse en un producto apreciado gastronómicamente, con un fuerte impacto económico y social en Membrilla y en nuestra comarca, llegando a ser desde hace algunos años, la primera zona productora de esta fruta a nivel nacional.

Un nuevo artículo de “El Progreso Agrícola y Pecuario” de 1909 nos ofrece información interesante sobre la importancia que va adquiriendo el cultivo del melón en España, si bien no contiene referencias a nuestra comarca: 

“Melones. El melón es quizá la hortaliza que mejor se sabe cultivar en España, lo que se explica porque además de ser un cultivo muy generalizado y de los más antiguos, es nuestro país uno de los que mejores melones producen en el mundo. Hemos ensayado distintas variedades de melones extranjeros y ninguna puede competir por ningún concepto con nuestros ricos melones valencianos, de Villaconejos, de Añover, ni tantos otros como se presentan en nuestros mercados…..El melón es planta que exige un clima cálido, sin cuyo requisito no hay modo de producir melones buenos. El sol es el gran elaborador del azúcar….El terreno para melonar debe ser de fondo, bien laboreado y abonado, pues esta planta es muy exigente…… La siembra del melón se hace en los meses de abril y mayo, según las localidades, depositando en cada golpe unas cuatro semillas y dispuestos estos golpes a un metro uno de otro y en líneas equidistantes dos metros y medio…..Creemos útil advertir que la semilla empleada debe proceder de melones excelentes…. Y si los melones proceden de localidad distinta a la nuestra, mejor….La recolección de los melones se hace cuando están maduros, lo que es difícil conocer si no se tiene práctica. Los signos de madurez son: cambio de color de la corteza, que se va poniendo amarilla, aumento del olor y blandeo del extremo correspondiente a la flor…..Los melones de invierno deben conservarse colgados o sobre una capa de paja, de modo que no se toquen y en sitio que no sea húmedo[1]

En 1910 encontramos cómo se vendían los melones en el mercado de Madrid, entre 23 a 25 céntimos kilo[2]

En 1911 en los centros productores de la región valenciana, se vendían entre 12 y 18 reales docena, según tamaño y condición de los melones[3]

En 1915 el precio de los melones en Villacañas, se situaba en los 45 céntimos la arroba[4]

La prensa de la época también recogió numerosos episodios de robos de melones: 

En 1913 en Sisante[5]
En 1915 en Menasalbas[6]
En 1916 en Graja de Iniesta[7] y en Puebla de Montalbán donde: “Soledad Cano y Agueda, Elvira y Marcelina Gallardo han sido denunciadas al Juzgado por sustraer tres arrobas de melones y cuatro de uvas de las huertas inmediatas al pueblo”[8]
En 1919 en Nombela: “La Guardia civil ha detenido á Marcelino Alonso y Ángel Delgado como autores de un hurto de sandías y melones en la dehesa del Dª Pilar Vélez”[9]

En 1926 por causar destrozos en un melonar de Consuegra: “Se ha denunciado por Dámaso Lindan Rubio, mayor de edad, que en una finca, situada en el «Bao del Molinillo, habían sido destrozadas como unas sesenta arrobas de melones”[10]
El periódico Vida Manchega ofrece en 1919 una reseña del cultivo del melón en Tomelloso, se refiere a los agricultores de Tomelloso: 
“Poniendo viñas y criando melones los cuales siembra generalmente en la tierra de las posturas”[11]

En 1920 en Sonseca, en el ofrecimiento con motivo de las fiestas en honor a la Virgen de los Remedios: 
“Los agricultores y los criados de las casas ricas, desfilan llevando sobre sus hombros y mezclados con otros labradores más modestos, grandes costales de trigo, centeno, cebada, algarrobas, alcaceñas, garbanzos, judías, habas, etcétera, etc.» y, por último, sandías, melones y melocotones, en las cuáles, van clavadas muchas pesetas[12]”. 

En 1927 encontramos una nueva referencia a los melones en el mercado de Quintanar de la Orden: 
“El último sábado se celebró, como todos, el mercado importantísimo de Quintanar, y como detalle curioso y digno de mención se nos hizo notar el extraordinario Incremento que adquirieron las diferentes transacciones comerciales en ese día. Basta consignar para dar una idea de lo que decimos que desde el viernes por la tarde llegaron a ésta largas caravanas de carros abarrotados de frutas, hortalizas, melones y otros productos procedentes de Murcia, Valencia, Tomelloso, Criptana, Socuéllamos, Tarancón, La Roda, Villacañas, Don Padrique, Almoradiel”[13]. 

De 1928 tenemos la distribución del cultivo de hortalizas de consumo tradicional en Manzanares en comparación con otros cultivos agrícolas[14]

Cultivo
Hectáreas
%
2,48
0,01
Cebollas
5, 15
0,01
Melones
12,87
0,03
Sandías
12,87
0,03
Tomates
5,79
0,01
Pimientos
5,15
0,01
Cereal
28.493
60,10
Viña
12.047
25,41
Olivar
377
0,80
Viña y olivar
313
0,66
Monte bajo y pastos
6.137
12,95

Un dato similar tenemos sobre las producciones agrícolas de La Solana en 1929 y 1930[15]

Cultivo
Hectáreas
Trigo
2.613
Cebada
1.299
Avena
370
Yeros
338
Olivas
1.305
Viñas
1.800
Barchecho
3.100
Melones de secano
193
Sandías de secano
129
Azafrán
20
Huertas (Judías, cebollas, patatas, tomates, pimientos)
7

En esos años numerosos agricultores de Membrilla se desplazaban a las localidades vecinas a vender sus producciones, como el caso de La Solana donde la mayor parte de las habichuelas, patatas y zanahorias llegaban desde Membrilla, llevadas casi a diario por los hortelanos[16]

En 1930 el cultivo del melón seguía sin ser una ocupación principal de los agricultores de Membrilla. El 24 de mayo tuvo lugar en la sede del Sindicato Agrícola Católico de Membrilla, una conferencia impartida por el ingeniero agrónomo D. Luis García de los Salmones, en la que hizo un recorrido por los temas de interés de la agricultura del momento, especialmente por la crisis vinícola y el cultivo de las patatas[17]

De ese mismo año 1930, disponemos de referencias sobre el cultivo del melón en Casas Ibáñez, Villaseca y Mocejón.

Casas Ibáñez: “También los melones, los exquisitos melones de secano son objetos de los cariños más apreciados por parte de los comerciantes; la cosecha, también muy floja en general. Empezó la campaña á dos pesetas la arroba; ascendieron después á 2,50, y hoy son ya tres pesetas su cotización normal”[18]. 

Villaseca y Mocejón: “Pueden darse por terminadas las faenas de recolección de granos en todo el término no regable. En las vegas, todavía continúan bastantes eras. Respecto a las cosechas de otros frutos, hállanse en actividad los acarreos de melones y sandias por todas estas riberas, que constantemente recorremos”[19]

De 1937, en plena Guerra Civil una referencia al cultivo del melón en Almodóvar del Campo:
"Habrá menos melones este año, por ser menor el número de pedazos dados a medias y mayor el precio de los arrendamientos"[20]

[1] El Progreso Agrícola y Pecuario, 7 de febrero de 1909. 
[2] El Progreso Agrícola y Pecuario, 7 de agosto de 1910. 
[3] El Progreso Agrícola y Pecuario, 31 de julio de 1911. 
(4] El Castellano, 18 de septiembre de 1915. 
[5] El Liberal, 27 de agosto de 1913. 
[6] El Castellano, 13 de septiembre de 1915 
[7] El Liberal, 2 de septiembre de 1916. 
[8] El Castellano, 3 de octubre de 1916, página 3. 
[9] El Castellano 11 de agosto de 1919, página 3. 
[10] El Castellano, 14 de septiembre de 1926, página 2. 
[11] Vida Manchega 5 de abril de 1919 
[12] El Castellano, 26 de septiembre de 1920. 
[13] El Castellano, 20 de agosto de 1927 
[14] BERMÚDEZ GARCÍA-MORENO, Antonio, “Manzanares bajo el reinado de Alfonso XIII, 1902-1931”, 2ª edición corregida y aumentada 2008, páginas 94 y 95.
[15] SÁNCHEZ DELGADO, Paulino, “La II República en La Solana”, volumen I, páginas 22-24. Ediciones Soubriet 1998. 
[16] SÁNCHEZ DELGADO, Paulino, “La II República en La Solana”, volumen I, páginas 45-46. Ediciones Soubriet 1998. 
[17] El Pueblo Manchego, 3 de junio de 1930. 
[18] La Voz del Distrito, 22 de agosto de 1930, página 1. 
[19] El Castellano, 27 de agosto de 1930. 
[20] Avance, diario marxista, 29 de abril de 1937, página 2.

viernes, 19 de julio de 2013

16 de julio de 1212, la batalla

No existe acuerdo sobre el número de combatientes de ambos ejércitos ofreciendo cifras muy dispares, entre 12.000 y 70.000 en las filas cristianas y de 15.000 y 90.000 entre las musulmanas. Lo mismo sucede con las bajas que en cualquier caso fueron mayores entre los perdedores.

El ejército cristiano se dividió en tres cuerpos. El rey de Aragón mandó el ala izquierda, que se desplegó, a su vez, en tres líneas sucesivas: la vanguardia, a las órdenes de García Romero; Jimeno Coronel y Aznar Pardo dirigieron la segunda, mientras que el propio Rey mandaba la zaga. 

Según Jiménez de Rada, los catalano-aragoneses fueron reforzados por milicias castellanas. El cuerpo central cristiano lo mandaba Alfonso VIII. Diego López de Haro comandaba la vanguardia; el conde Gonzalo Núñez, con los frailes del Temple, del Hospital, de Uclés (Santiago) y de Calatrava, formaban la segunda línea; la tercera, auténtica reserva cristiana, estaba a las órdenes Alfonso VIII, rodeado por Jiménez de Rada y los demás obispos, así como por los barones, Gonzalo Ruiz y sus hermanos, Rodrigo Pérez de Villalobos, Suero Téllez, Fernando García... Los flancos los protegían Rodrigo Díaz de los Cameros, su hermano, Alvaro y Juan González. 
Sancho el Fuerte conducía el ala derecha de los cruzados con sus navarros -unos doscientos caballeros, escuderos y alguna gente de armas que había llevado-, por lo que hubo de ser reforzado por las milicias de Segovia, Ávila y Medina. 

Los musulmanes dispusieron su ejército de manera ya muy experimentada. Dominaban las alturas y siguieron las normas de una batalla clásica: "los que avanzan perderán y los que se mantengan quietos aguantarán y vencerán" (Jean de Bueil). A nuestro juicio, al-Nasir debió instalar su palenque en el Cerro de las Viñas, donde actualmente se ubica el depósito de Aguas de Santa Elena, y allí organizó una formación en corral, es decir, un cuadrado cuyos lados estaban compuestos por tres líneas defensivas de infantes (en este caso, su guardia personal), atados entre sí -tanto para que no dejaran resquicios en la línea defensiva como para que lucharan hasta la muerte, pues no había posibilidades de huida- y con las lanzas clavadas en tierra, inclinadas y con las puntas dirigidas hacia el enemigo. Por delante del palenque, protegido a su vez por una barricada de diversos materiales -impedimenta, cajas y canastas para el transporte de armas y flechas, cadenas, estacas, etc.- se colocaron otras líneas de infantes.

Ése sería el campamento real y, además, del puesto desde donde al-Nasir dirigiría la batalla. El ejército almohade que iba a enfrentarse con los cristianos debió colocarse cubriendo todo el frente del avance cruzado -unos 1.500/1.700 metros entre las puntas de sus alas-. Dominando los cerros del Pocico, los Olivares y otras cotas intermedias, el califa musulmán dispuso en vanguardia infantería ligera bereber, juramentados procedentes de la zona de Azcora, cerca de Marrakech, que aspiraban a morir en aquella guerra santa. Lo consiguieron. En palabras del arzobispo de Toledo, fueron todos muertos.

Tras ellos, que sólo podían aspirar a desordenar el avance cruzado, los almohades se dispusieron en cuadros formados por varias filas de combatientes. Las más externas, integradas por guerreros armados con grandes lanzas, que oponían al asaltante una muralla de puntas de acero; en la segunda, formaban los lanzadores de jabalinas y los honderos; tras ellos, los arqueros, que debieron ser muy numerosos. Dice Jiménez de Rada: "En aquellos dos días no utilizamos, en ningún fuego, otra leña que las astas de las lanzas y flechas que habían traído consigo los agarenos; pese a todo, apenas si pudimos quemar la mitad, por más que no las echamos al fuego por razón de nuestras necesidades sino por quemarlas sin más".Y el obispo de Narbona asegura: "Ni dos mil acémilas serían bastantes para transportar tantas canastas de flechas." 

Por último, en el centro de cada cuadro, estaba la caballería pesada almohade y andaluza. Contaban, además, con alas integradas por la caballería ligera, armada de lanzas y arcos, experta en las tácticas de la torna-fuga. Creemos que debieron actuar fundamentalmente en la bajada de la Mesa del Rey, apoyando a la infantería ligera juramentada, buscando en vano la captura de la formación cristiana. 
Por tanto, la batalla se libró en el espacio comprendido entre la Mesa del Rey, al Norte, y los cerros del Pocico y Los Olivares, con un epílogo en la cumbre de Las Viñas, donde se situaría el palenque, al sur, siguiendo aproximadamente el eje de la actual carretera que une Santa Elena con la pedanía de Miranda del Rey.

jueves, 18 de julio de 2013

El camino hasta las Navas II

Castillo de Ciruela
La expedición cristiana continua su camino hacia el sur. Mientras Pedro II de Aragón esperaba en Calatrava la llegada del rey de Navarra, Alfonso VIII se encaminó a Alarcos, se apodera del castillo fácilmente y de los de Benavente, Piedrabuena, Herrera y Caracuel entre el 5 y el 6 de julio. En este punto se unió al ejército de Sancho el Fuerte de Navarra que, amenazado de excomunión por el Papa, decidió participar, pero sólo con doscientos caballeros. 

El día 9 de julio, el ejército cristiano pasó ante el castillo de Salvatierra, en poder de los musulmanes. Las tropas cristianas no se plantearon su asedio, debido a la cercanía del ejército enemigo. Y por la misma razón, el día 11, el jefe de la vanguardia, Diego López de Haro, decidió que se adelantasen su hijo Lope y sus sobrinos, Sancho Fernández y Martín Muñoz de la Finojosa, siguiendo el río Fresneda, con el fin de ocupar las alturas del norte de Sierra Morena que se levantaban ante ellos, antes de que las tomasen los moros. 

El jueves, 12, esta avanzada estableció contacto con el enemigo, en el puerto del Muradal, junto al castillo del Ferral. Los cristianos, sorprendidos por los musulmanes, tuvieron grandes dificultades para tomar la cumbre, pero, finalmente, lograron plantar allí sus tiendas y hacerse fuertes. El lugar se conoce hoy como La Ensancha. 

El grueso del ejército cristiano llegó al pie del monte a primera hora de la tarde, acampando cerca del cauce del Guadalfaiar, conocido hoy como río Magañas, El viernes, 13, tras invocar el nombre del Señor, los tres reyes iniciaron la subida y acamparon en La Ensancha. Ese mismo día, tomaron el castillo del Ferral, aunque, según refiere el arzobispo de Narbona, no fue necesario asaltarlo, ya que sus defensores lo abandonaron ante el avance cristiano. De este lugar, conocido en las fuentes como castillo de la Cuesta (Hisan Al' Iqah) sólo quedan hoy unos muñones correspondientes a su torre. 

Las avanzadillas musulmanas se replegaron hacia la actual población de Santa Elena, donde se asentaba el real del califa Abu Abel Allah Mamad b. Yusuf b, Yacub b. Abd Al Mu'nin, conocido por al-Nasir y, entre los cristiano como el Miramamolín. Pero dejaron bien guarnecido el Paso de la Losa, desfiladero angosto que se encuentra en la vertiente sur del camino del Muradal, confundido por muchos autores con el desfiladero de Despeñaperros. 

Los castellanos intentaron, infructuosamente, forzar el paso y se produjeron choques, cuya violencia queda reflejada por la toponimia actual: Cerro de las Calaveras y Collado de la Matanza. 

Ante la dificultad, el mismo viernes se reunió un consejo de guerra que no halló otra posibilidad que desandar el camino y penetrar por otro punto de la sierra. Ante la alternativa, Alfonso VIII decidió forzar el paso a cualquier precio, pero entonces, según la Crónica de Jiménez de Rada, apareció un "hombre del lugar, muy desaliñado en su ropa y persona, que tiempo atrás había guardado ganado en aquellas montañas". 

El celebrado pastor o cazador, según otras fuentes, es posible que fuese uno de aquellos numerosos fugitivos de la justicia, que vivían en la frontera a salto de mata como golfines o almogávares, según entonces se les llamaba. Sea cual fuese su identidad, aquel personaje señaló a Diego López de Haro y a García Romero de Aragón una vía alternativa, que permitiría salvar el Paso de la Losa a las tropas cristianas. 

Ésa es una versión lógica, lo mismo que la posibilidad de que el ejército contara con guías, que al hallar tenaz resistencia en Losa, aconsejaran otro itinerario. La tradición milagrera, sin embargo, ha preferido ver en el providencial pastor al propio san Isidro, que acudió a guiar a los cristianos en aquel trance. 

El arzobispo lo cuenta así: "Indicó un camino más fácil, completamente accesible, por una subida de la ladera del monte; y dando igual que nos resguardásemos de la vista de los enemigos, pues aunque nos vieran no estaría en su mano impedirlo, podríamos llegar a un lugar adecuado para el combate." 

Este camino discurría, según la actual toponimia, desde La Ensancha hasta el Puerto del Rey, al Oeste, por la vertiente Sur de la Peña de Malabrigo, y no, como suponen otros autores, por la vertiente Norte de la Sierra. Siguiendo la ruta aconsejada por el "pastor", se cumplía el deseo de Alfonso VIII, que pretendía mantenerse a la vista del enemigo, con el fin de que sus hombres no creyeran que se trataba una retirada. 

Las tropas cristianas bajaron de la Sierra por la antigua calzada romana, deteniéndose, al llegar a la Mesa del Rey -"el monte que tenía una explanada en lo alto", en palabras del arzobispo-, para establecer allí su campamento. Este tramo de la antigua calzada romana, en la vertiente Sur de la Sierra, es aún hoy perfectamente transitable, incluso hay un tramo en tan buen estado que se conoce como El Empedradillo. 

El Miramamolín, que había podido seguir la marcha de los cruzados, envió un grupo de caballería con el fin de impedir que la vanguardia cristiana estableciera allí un campamento fortificado, produciéndose una importante escaramuza en lo alto de la Mesa, como lo certifican los abundantes restos (puntas de flechas, espuelas, etc.) hallados casi ocho siglos después de la lucha. Acampados en la Mesa del Rey, el sábado 14, los jefes cristianos celebraron un consejo de guerra en el que decidieron no entrar en batalla ni el sábado ni el domingo, aun en el caso de que al-Nasir les provocara. Querían que la tropa descansase, a la que la dura marcha por tan quebrado terreno había extenuado, lo mismo que a los caballos. Además, había que valorar las fuerzas del enemigo y establecer un plan de batalla. El domingo, 15, se guardó el día del Señor y Pedro II aprovechó la fiesta para armar caballero a su sobrino Nuño Sánchez, mientras el ejército musulmán intentaba infructuosamente provocarles. 

Ese domingo, los reyes cristianos, con Alfonso VIII llevando la voz cantante, planificaron la táctica de la batalla. Tal como el rey relató en su carta a Inocencio III, mezcló la caballería con los peones, las mesnadas de los concejos, con la gente de armas. Esto confirió gran cohesión a los distintos escuadrones entre sí y contribuyó a homogeneizar las fuerzas, factor importante, pues la gente de los concejos ni tenía el mismo espíritu ni el mismo adiestramiento que las órdenes militares y los nobles. Alfonso VIII -escarmentado tras la derrota de Alarcos- había reforzado el ejército con cuanta caballería pesada había podido reunir y la dispuso como reserva. Ésta fue, precisamente, la que destrozó la línea defensiva del palenque almohade. 

Unos versos procedentes del memorial genealógico de las casas Melgarejo, Contreras, Rojas, Quiroga, Saurín, Ruiz-Dávalos y Rocamora, redactado en 1805 a petición de Joaquín Melgarejo, nos ofrecen información relevante de la participación de personajes en la batalla de las Navas de Tolosa que después se asentaron en nuestras tierras: 

Vide la cruz floreteada 
en los escudos vermejos 
en la batalla ganada 
de las Navas muy nombrada 
por los nobles Melgarejos 
de aquel Conde de Castilla 
Fernán Mentales llamado 
se deriva su cuadrilla 
y son muchos en Sevilla 
ricos y de gran dictado. 

Anexo 17) Castillo de Miraflores 

miércoles, 17 de julio de 2013

El camino hasta las Navas I

Guadiana cerca de Calatrava la Vieja
El día 20 de junio de 1212 salió de Toledo la vanguardia del ejército, comandado por Diego López de Haro, V señor de Vizcaya. Lo acompañaba el arzobispo de Narbona D. Arnaldo. Componían esta vanguardia las tropas procedentes de las montañas de Castilla (las actuales Merindades de la provincia de Burgos) y los cruzados ultramontanos. Paulatinamente salió el resto del ejército, haciéndolo finalmente la zaga, mandada por el propio Alfonso VIII, con el monarca catalano-aragonés y el arzobispo Jiménez de Rada.

El plan de marcha preveía acampar cada día a orillas de un río.
20 junio Guajaraz
21 junio Guazalete (Valdecabras)
22 junio Algodor

El día 24, la vanguardia de los ultramontanos asaltaron y tomaron el castillo de Malagón sin esperar la llegada de las fuerzas de Alfonso VIII y Pedro II, atacaron y conquistaron en una hora las cuatro torres laterales, mientras que la torre central cayó durante la noche pasando a cuchillo a todos sus defensores. El 25 de junio llegó a Malagón el resto del ejército.

El 27, el ejército cruzó el río Guadiana y sitió Calatrava, (la actual Calatrava la Vieja). Una bien defendida fortaleza, inaccesible por el Norte -resguardada por el río- y con sus 600 metros de perímetro protegidos por fuertes bastiones, fosos, torreones y baluartes, que la hacían imbatible, salvo mediante un largo asedio.

El asalto tuvo lugar el día de san Pablo. Consiguió la victoria el ataque lanzado por el lado del río, el más difícil, gracias a la incontenible acometida de Pedro II, apoyado por los ultramontanos de Vienne y los Caballeros de Calatrava. Al día siguiente las tropas ultramontanas, después de agrias discusiones, desconfiados de las intenciones de Alfonso VIII, el calor y las carencias logísticas, decidieron abandonar la campaña, "volviendo a su tierra sin honra ni gloria".

Sigue, a continuación, la crónica del arzobispo de Toledo, que participó en la empresa:
"Así pues, avanzando todos a la par desde allí, llegamos a Calatrava. Por su parte, los agarenos que en aquel lugar resistían inventaron fabricar unos abrojos de hierro y los esparcieron por todos los vados del río Guadiana; y como tenían cuatro punzones, quedaba uno de ellos hacía arriba sea cual fuese la forma en que cayeran, y se clavaban en los pies de las personas y en los cascos de los caballos. Pero como las invenciones de los hombres nada pueden contra la providencia de Dios, la voluntad de Dios fue que escasísimos, o casi ninguno, se hirieran con aquellos abrojos; y sobre la mano de la gracia de Dios, a modo de puente, atravesamos el río Guadiana y acampamos en derredor de Calatrava. Por su parte, los agarenos habían asegurado de tal manera aquella fortaleza con armas, estandartes e ingenios en lo alto de los torreones, que parecía bastante dificultoso asaltarla a quien lo intentara. Además, aunque esa fortaleza está en terreno llano, sin embargo una parte de su muralla es inaccesible al lindar con el río; por las otras partes está tan defendida por la muralla, los bastiones, fosos, torreones y baluartes, que parecía imbatible sin un largo castigo de los ingenios (...) Aprestadas las armas y repartidas entre países y príncipes las distintas zonas de la fortaleza, invocando el nombre de la fe arremetieron contra la fortaleza. Y por la gracia de Dios sucedió de tal modo que, en el domingo después de la festividad de San Pablo, ahuyentados los árabes, tornó Calatrava a manos del noble rey, e inmediatamente fue guarnecida por los frailes que tiempo atrás tenían allí su sede y devuelta al poder cristiano. Por su parte el noble rey no se reservó ninguna de las cosas que allí se encontraron, sino que se lo dejó todo a los ultramontanos y al rey de los aragoneses. Pero corno el enemigo del género humano no deja de malquerer las obras cristianas, introdujo a Satán en el ejército de caridad y encizañó los corazones de los envidiosos; y quienes se habían aprestado para la contienda de la fe dieron marcha atrás en sus buenas intenciones. Pues casi todos los ultramontanos, dejadas las enseñas de la cruz, abandonados también los trabajos de la batalla, tomaron en común la determinación de regresar a sus tierras. Por su parte el noble rey les hizo participes de los víveres de los suyos, proporcionó a todos cuanto precisaban; pero ni aun así pudo revocarse la obcecada resolución, es más, se marcharon todos en masa sin pena ni gloria, salvo el venerable arzobispo Arnoldo de Narbona, que con todos los que pudo reunir y con muchos nobles de la provincia de Vienne perseveró en su buena disposición sin apartarse nunca del bien. Y eran alrededor de ciento treinta caballeros; además de los infantes, de los que también se quedaron algunos. También se quedó Teobaldo de Blazón, de tierras de Poitou, persona noble y valerosa, hispano de origen y de familia castellana. El rey de los aragoneses continuó con todos los suyos hasta el final, unido al noble rey con inquebrantable amistad (...) Y así, tras la partida de los que abandonaron la cruz de Dios ante las dificultades, los hispanos solos, junto con los pocos ultramontanos citados más arriba, iniciaron esperanzados el camino hacia la batalla del Señor. Y en primer lugar llegaron a Alarcos, y habiendo acampado allí se apoderaron de la plaza, aparte de otros castillos cercanos. Durante aquel alto llegó el rey Sancho de Navarra..." 

Paralelamente al recorrido que a finales de junio y principios de julio el rey hizo con el arzobispo Jiménez de Rada en dirección a Alarcos, los maestres de las Órdenes de Calatrava y Santiago fueron enviados por el rey para allanar las fortalezas existentes por en el campo laminitano. Y así encontraron ya abandonadas y saqueadas por los mismos moros las de Baraxas y Moratalaz, pero no el Tocón de Membrilla. Es tradición que los maestres llegaron el 30 de junio, a las inmediaciones del castillo del Tocón y tras dos días de asedio y lucha lo sometieron dejando allí una guarnición al mando de Meléndez Arias de Talavera, pariente del maestre de la Orden de Santiago, D. Pedro Arias, por el valor demostrado en el asalto al castillo. Partiendo ellos con las tropas para reunirse el 4 de julio con el grueso del ejército y el rey ante Alarcos donde se habían citado[1].

Anexo 14) Diego López de Haro

martes, 16 de julio de 2013

La Cruzada contra el Islam

Guerreros musulmanes S. XI
Mientras se producía la toma de Salvatierra, Alfonso VIII sin intervenir se encontraba en la Sierra de San Vicente organizando junto a su hijo el Infante D. Fernando, Diego López de Haro y el Arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, la ofensiva contra el ejército Almohade en 1212. 

Convocaron a las órdenes militares, mesnadas nobiliarias y milicias concejiles para su concentración en Toledo el 20 de mayo de 2012, día de Pentecostés. 

D. Fernando, infante de Castilla y heredero de la corona, solicitó al Papa Inocencio III, que concediera la categoría de Cruzada a la expedición bélica convocada para el año siguiente. La desgracia hizo que el 14 de octubre de 1211 falleciera en Madrid de fiebres altas, el heredero de Alfonso VIII, el Infante D. Fernando. 

Alfonso VIII ordenó a Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, canciller del reino y primado de España, que predicara dicha Cruzada. Y lo hizo, con gran éxito, aparte de ocuparse directamente de la complicada logística de la operación: mover un ejército de más de diez mil hombres durante un mes por La Mancha, despoblada y seca, en pleno verano. 

Pese al llamamiento de la Cruzada, no todos los reinos cristianos acudieron. Alfonso IX de León, primo y vasallo del rey de Castilla, se negó a prestar su ayuda y aprovechó la salida de las tropas Castellanas hacia el sur para invadir la Tierra de Campos y Portugal.

La participación de Sancho el Fuerte de Navarra, primo del rey castellano, fue simbólica, pues era amigo de al-Nasir, que le había proporcionado grandes sumas de dinero. Todo lo contrario que Pedro II de Aragón -Pedro I de Cataluña-, quien, desde el primer momento, fue incondicional colaborador de Alfonso VIII y, junto a él, todos los grandes magnates de su reino. 

A la concentración de Toledo llegaron además numerosos cruzados de toda Europa, especialmente del Mediodía francés, pero también de Alemania e Inglaterra. Son los llamados ultramontanos en la Crónica del Arzobispo de Toledo.

Aparte de las motivaciones religiosas, muchos soldados acudieron al llamamiento a cambio de una contrapartida material con la mente puesta en un enriquecimiento rápido que compensara los riesgos y sufrimientos.

En la campaña de las Navas la riqueza comenzó a fluir desde la conquista de las fortalezas entre Toledo y Sierra Morena.

Castillos como los de Malagón, Benavente, Alarcos o Caracuel no se encontraban especialmente surtidos de riquezas. En Calatrava por el contrario las ganancias conseguidas fueron sustanciosas. El botín se repartió a partes iguales entre ultramontanos y aragoneses.

Anexo 10) Castillo de Benavente
Ruinas del castillo de Benavente

El castillo de Benavente se encuentra a las afueras de la ciudad de Ciudad Real, en el despoblado de Benavente.

Se puede llegar a él por la carretera N-430 saliendo de Ciudad Real en dirección a Piedrabuena, una vez pasado el puente de Alarcos y la torre de Galiana.

De origen musulmán, era un pequeño castillo de forma cuadrangular con torre en el centro. Se despobló definitivamente con la expulsión de los moriscos en 1600. 

De sus restos tan solo queda trozos de muralla y un aljibe en el centro del castillo.

lunes, 15 de julio de 2013

Vida cotidiana antes y después de las Navas de Tolosa

Terrenos cultivados cerca de Calatrava la Vieja
Afianzada la ocupación musulmana, sin resistencias notables en La Mancha, se conformó una nueva sociedad a través de procesos de asimilación y adaptación de costumbres, lenguas y creencias religiosas.

Aún así la zona permaneció escasamente poblada hasta las Navas de Tolosa, pasando de tierra de tránsito a frontera, condicionando los modos de vida cotidianos y la actividad económica.

La dedicación principal de la población durante la dominación árabe fue la ganadería extensiva de ovino. Para aprovechar mejor los pastos del Campo de Calatrava y el Valle de Alcudia se desarrolló la transhumancia de los ganados.

Durante la época Almohade los soldados musulmanes complementaban la merma de sus ingresos por tributos y botines, con el cultivo de las tierras cercanas a los castillos y fortalezas a las que tenían derecho de explotación en usufructo.

Las operaciones bélicas no permitieron un desarrollo de la agricultura, que se limitó al cereal de secano y en menor medida a la vid y al olivo a pesar de tener prohibido el consumo de vino. Cerca de los ríos, los árabes cultivaron huertas y árboles frutales donde tuvieron la oportunidad de desarrollar sus técnicas de regadío, pozos, norias, azudes y acequias.

La alimentación se complementaba con las capturas de la pesca y de la caza, ciervos, conejos, perdices y jabalíes, además de los animales domésticos, gallinas y cerdos.

El comercio se limitó a la comercialización de la lana, el queso, la miel y la cera. Se desarrolló la alfarería sobre todo en Calatrava con apreciadas piezas de cerámica y vidrio. Trabajaron también el hierro para producir armas y herramientas.

Explotaron el mercurio en las minas de Almadén[1] y el plomo, la plata y el hierro en Mestanza, Solana del Pino, Valle de Alcudia y Montes de Toledo.

Los métodos constructivos musulmanes fueron, en los castillos y fortalezas, tapiales de tierra sobre zócalo de mampostería. Los sillares de piedra los empleaban en las torres, puertas y esquinas. En las viviendas tapiales de tierra sobre base de mampostería, tejados sobre vigas de maderas cubiertas de barro y jaras o retamas. La teja la utilizaban en las construcciones más nobles.

Enterraban a sus difuntos en necrópolis que ubicaban en los caminos de entrada a las ciudades. Existe una necrópolis Almohade en Calatrava la Vieja y mezquitas documentadas en Almedina, Calatrava y Arenas.

La sociedad castellana

El poder del rey era casi absoluto. No solo disponía de la soberanía y del poder político sobre el territorio, sino que también pertenecía a él la propiedad bajo la figura del realengo que podía ceder a los nobles, monasterios, concejos y órdenes militares.

Para el mejor gobierno de su reino se apoyaba en un escaso número de personas, los altos funcionarios, Mayordomo, Alférez, Merino, Canciller y Notarios. Desde 1206 ocupó el cargo de Canciller, el Arzobispo de Toledo, D. Rodrigo Jiménez de Rada, personaje fundamental en la campaña de las Navas, dato que nos aclara la gran importancia de la Iglesia.

Existía también la Curia, un órgano colegiado de consejo y asistencia del monarca en asuntos políticos, económicos, militares y judiciales del que formaban parte la familia real, los nobles y los obispos.

Un reducido número de familias nobles se encontraban en lo más alto de la sociedad controlando todos los mecanismos del poder político y económico. Apellidos como los Lara, Castro y Haro, serán los protagonistas durante la minoría de edad de Alfonso VIII y en los enfrentamientos con los musulmanes y otros reinos cristianos.

La mayoría de los habitantes que vivían en el reino de Castilla durante el siglo XII se dedicaban a la ganadería y la agricultura. El comercio y otras actividades económicas tenían escasa importancia.

La lucha contra los musulmanes y la necesidad de poblar los nuevos territorios que se conquistaban, favorecieron durante el reinado de Alfonso VIII la generación de una sociedad de hombres libres. Los musulmanes cautivados durante las incursiones, quedaban privados de libertad al servicio de sus amos cristianos hasta que pagaban un rescate o eran canjeados.

Los ingresos de la corona provenían de las rentas que obtenía del realengo de la tierra y del “quinto” del botín que se obtenía en las conquistas. Para la campaña de las Navas, la corona tuvo que solicitar una aportación extraordinaria a los súbditos “pedido”. El clero de Castilla aportó la mitad de las rentas del año[2].

A medida que avanzaba la reconquista, las incursiones de los ejércitos se cebaban con los cultivos y las propiedades, arrasándolos.

Conseguidos algunos territorios por los cristianos, con el fin de fomentar la actividad agrícola y la fijación de población, la orden de calatrava concedía a cada colono una yugada de tierra para labrar y un solar para hacer casa. Este proceso de articulación espacial, territorial y poblacional se apoyó en las fortalezas, aldeas, parroquias y casas de explotación rural[3].

Alfonso VIII ordenó al Concejo de Calatrava que la Orden tuviera en cada castillo 40 yugadas (1200 has.).

Alfonso VIII entregó a partir de 1171 a las órdenes militares, territorios en poder de nobles castellanos constituyéndose las primeras encomiendas en Calatrava, Guadalerzas y Malagón.

Las cartas de población obligaban a plantar viñas para fijar población con un cultivo arraigado y de ciclo más largo que los cereales.

El fuero de Cuenca, inspirador de la mayoría de las cartas fundacionales, clasifica a los vecinos entre caballeros y peones, según su disposición para hacer la guerra o cultivar la tierra. La sociedad se complementaba con moros cautivos y moros libres.

A medida que la frontera se desplaza hacia el sur, la guerra empieza a ceder su dominio a la hora de clasificar a los habitantes.

La religión

viernes, 12 de julio de 2013

La Mancha antes de la batalla de las Navas de Tolosa

Castillo de Alarcos
La actual Castilla-La Mancha era en buena parte una extensa frontera, prácticamente despoblada y jalonada por una serie de castillos defensivos.

Batalla de Alarcos, 19 de Julio de 1195

Yacub ben Yusuf Al-Mansur respondiendo a las incursiones cristianas sobre Andalucía se dispuso a emprender una gran campaña contra el reino de Castilla. Cruzó el estrecho de Gibraltar el 1 de junio de 1195. El 8 de junio desde Sevilla comienza a organizar a su ejército. El 4 de julio de 1195 partió de Córdoba cruzando Despeñaperros por el puerto del Muradal avanzando sobre la explanada de Salvatierra. 

Cuando Alfonso VIII supo que las tropas musulmanas se dirigían a su reino por el camino de Córdoba a Toledo, convocó a su ejército compuesto por los caballeros de Toledo y los de las órdenes de Calatrava y Santiago, los obispos de Ávila, Segovia y Sigüenza y gentes de toda la extremadura, así como de las demás regiones del reino y se dirigió a Alarcos donde puso su campamento sin esperar a las tropas leonesas y navarras que iban en su auxilio. 

El ejército Almohade acampado en las cercanías de Alarcos, acordó descansar el 18 de julio y prepararse para la madrugada del miércoles 19 de julio.

Al Mansur formó a su ejército alrededor de la colina "La cabeza". Los cristianos que estaban esperando el ataque desde el día anterior, se desplegaron por las laderas de los cerros de Alarcos y el Despeñadero.

Los cristianos disponían de dos regimientos de caballería: en primera línea estaba la caballería pesada (de unos 10.000 hombres) al mando de Don Diego López de Haro y sus tropas, seguida después de la segunda línea, donde se encontraba el propio Alfonso VIII con su caballería e infantería.

Por parte de las tropas almohades, en vanguardia se hallaban la milicia de voluntarios benimerines, alárabes, algazaces y ballesteros, que eran unidades básicas y muy maniobrables. Inmediatamente tras ellos estaban Abu Yahya ibn Abi Hafs (Abu Yahya) y los Henteta, la tropa de élite almohade. En los flancos, su caballería ligera equipada con arco y en la retaguardia el propio Al-Mansur con su guardia personal.

El calor, la fatiga, errores tácticos, la labor de los arqueros y las maniobras de desgaste de los musulmanes provocaron una tremenda derrota de los castellanos.

Tras el asalto a la villa y la victoria almohade, las fosas de cimentación de la muralla, aún abiertas, sirvieron para arrojar los despojos del enfrentamiento: los cuerpos de los defensores, caballerías del ejército vencedor, así como materiales de desecho del campamento almohade y armas y pertrechos propios de un ejército de la época.

Consecuencia de la magnitud de la derrota en Alarcos fue la pérdida no solo del Campo de Calatrava si no de todo el Campo de Montiel que pasó a manos de los almohades, que llegaron a asediar Toledo y Cuenca. A su paso destruyeron el castillo de Calatrava “la Vieja” quedando de nuevo en poder de los sarracenos los castillos de La Mancha.

Anexo 6) Alarcos

miércoles, 10 de julio de 2013

La Península Ibérica antes de la batalla de las Navas de Tolosa

Península Ibérica entre 1157 y 1212
Antes de la batalla de las Navas de Tolosa, la situación en la península Ibérica era la siguiente: 

En el Norte, hasta la línea del Tajo, se dividía en cinco reinos cristianos, León, Castilla, Navarra, Aragón-Cataluña y Portugal. 

El Sur y Levante formaban parte del extenso Imperio Almohade, que no sólo comprendía al-Andalus, sino también Marruecos, Mauritania, Túnez y Argel.

Los estados cristianos del norte tenían un enemigo natural e histórico, el Islam, contra el que se batallaba casi continuamente salvo los periodos de pactos o treguas. Pero la unidad no era total entre los reinos cristianos a pesar de estar emparentados sus monarcas. Los enfrentamientos por los territorios fronterizos eran una constante.
El enfrentamiento entre León y Castilla se hizo más crudo después de la batalla de Alarcos, en la primavera de 1196, hasta el punto que tuvo que intervenir el Papa Celestino III. Los primeros se aliaron con los Almohades y los castellanos con Aragón.

Finalmente en diciembre de 1197 las tensiones entre León y Castilla se relajaron por el matrimonio entre el rey leonés Alfonso IX y la hija mayor de Alfonso VIII de Castilla, doña Berenguela.

Reino de Castilla

La muerte de Alfonso VII el 21 de agosto de 1157, supone la división del reino entre sus dos hijos, pasando León a manos de Fernando II y Castilla a las de Sancho III.

Sancho III, el rey de la nueva Castilla, muere el 31 de agosto de 1158 con tan solo 25 años. Su sucesor, Alfonso VIII, había nacido el 11 de noviembre de 1155. Sin haber cumplido los tres años y huérfano de padre y madre, el niño rey fue confiado, tal como dispuso Sancho III en el lecho de muerte, a la tutela y educación de don Gutierre Fernández de Castro, miembro de una de las primeras familias de Castilla[1], convirtiéndose en regente del reino, hasta que esta función le correspondió a Nuño Pérez de Lara en 1164.

Durante su minoría de edad, el reino de Castilla se ve acuciado por problemas nobiliarios, el enfrentamiento entre dos facciones enfrentadas, los Castro y los Lara y por el ataque de los reinos rivales de Navarra y León.

El 11 de noviembre de 1169, Alfonso VIII al superar su minoría de edad, se hizo cargo personalmente del reino de Castilla.

El reinado de Alfonso VIII de Castilla (1158-1214) fue excepcional, ya que presenció dos de las más importantes batallas de la Historia Medieval Hispánica, Alarcos (19 de julio de 1195) y las Navas de Tolosa (16 de julio de 1212).

Ambos choques representan dos caras de la misma moneda, una gran derrota y una gran victoria, un mismo rey frente a un mismo enemigo político y religioso, los mismos objetivos militares sostenidos por los mismos ideales.

Los cronistas de su época manifiestan que fue un rey prudente, valiente y generoso, así como inteligente, de gran capacidad intelectual y memoria. Fue honesto y buen padre de familia. Existen testimonios escritos sobre el afecto que profesaba a sus hijos, y su matrimonio con Doña Leonor fue ejemplar[2]. Profesó un verdadero culto a la amistad, como se pone de manifiesto en los casos de D. Pedro II de Aragón y de Diego López de Haro. 

Reino de Aragón

lunes, 8 de julio de 2013

Batalla de las Navas de Tolosa (II), Nacimiento de las Órdenes Militares


Nacimiento de las Órdenes Militares

La tendencia a sacralizar la violencia contra los enemigos es el reflejo de una actitud primaria en el hombre muy presente en las culturas judía, cristiana y árabe. En las guerras santas, los que mueren luchando en defensa de sus creencias, consiguen la salvación eterna.

Este ideal es una de las fuentes que propiciaron la fundación de las Órdenes Militares en el siglo XII, aunque en un principio, tanto la del Temple como la de San Juan surgieron en Tierra Santa hacia 1120 con los objetivos no militares de custodiar el Santo Sepulcro y dar acogida y asistencia hospitalaria a los peregrinos.

La Orden de San Juan junto a la del Temple, a diferencia de Calatrava, Santiago o Alcántara que son de origen hispánico, son las dos Órdenes internacionales que intervinieron en la reconquista y en la posterior repoblación de los territorios españoles.

El surgimiento de las órdenes militares dentro de la Península Ibérica puede interpretarse como una traslación del modelo de las órdenes internacionales surgidas a raíz de las cruzadas en tierra santa, pero su nacimiento como su posterior evolución presentan rasgos diferenciales, porque jugaron un papel fundamental, en la lucha de los reinos cristianos contra los musulmanes, en la repoblación de extensos territorios desde el Tajo al Guadalquivir y se convirtieron en una fuerza política y económica de primera magnitud, teniendo además gran protagonismo en las luchas nobiliarias habidas entre los siglos XIII a XV, cuando finalmente los Reyes Católicos lograron hacerse con su control.
Las Órdenes Militares aumentaron su poder rápidamente, por su naturaleza religiosa y caballeresca y el apoyo de las monarquías y de la iglesia. Alfonso VIII fue un gran impulsor de las Órdenes Militares entregándoles a partir de 1171, territorios en manos de nobles castellanos constituyéndose las primeras encomiendas en Calatrava, Alarcos, Guadalerzas y Malagón.

En 1178 las órdenes de Santiago, San Juan y el Temple, suscriben una carta de hermandad para apoyarse en el combate y mejorar su posición frente a la curia romana. La ausencia de la Orden de Calatrava se explica por el enfrentamiento entre los reinos de León y de Castilla. El litigio sobre los derechos señoriales de Ocaña y Uclés, propician en 1182 el primer acuerdo entre Santiago y Calatrava[1].

La derrota en Alarcos supuso un duro golpe para las Órdenes militares. A la gran cantidad de muertos, hay que sumar también la pérdida de territorios. La Orden de Calatrava perdió incluso su nombre temporalmente por el de Salvatierra.

Después de la victoria en Las Navas fue necesaria su refundación. Las cuatro órdenes (Santiago, Calatrava, San Juan y el Temple), firmaron un pacto de hermandad para mejorar sus relaciones y evitar enfrentamientos en el futuro[2].