Acuarela

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jueves, 18 de julio de 2013

El camino hasta las Navas II

Castillo de Ciruela
La expedición cristiana continua su camino hacia el sur. Mientras Pedro II de Aragón esperaba en Calatrava la llegada del rey de Navarra, Alfonso VIII se encaminó a Alarcos, se apodera del castillo fácilmente y de los de Benavente, Piedrabuena, Herrera y Caracuel entre el 5 y el 6 de julio. En este punto se unió al ejército de Sancho el Fuerte de Navarra que, amenazado de excomunión por el Papa, decidió participar, pero sólo con doscientos caballeros. 

El día 9 de julio, el ejército cristiano pasó ante el castillo de Salvatierra, en poder de los musulmanes. Las tropas cristianas no se plantearon su asedio, debido a la cercanía del ejército enemigo. Y por la misma razón, el día 11, el jefe de la vanguardia, Diego López de Haro, decidió que se adelantasen su hijo Lope y sus sobrinos, Sancho Fernández y Martín Muñoz de la Finojosa, siguiendo el río Fresneda, con el fin de ocupar las alturas del norte de Sierra Morena que se levantaban ante ellos, antes de que las tomasen los moros. 

El jueves, 12, esta avanzada estableció contacto con el enemigo, en el puerto del Muradal, junto al castillo del Ferral. Los cristianos, sorprendidos por los musulmanes, tuvieron grandes dificultades para tomar la cumbre, pero, finalmente, lograron plantar allí sus tiendas y hacerse fuertes. El lugar se conoce hoy como La Ensancha. 

El grueso del ejército cristiano llegó al pie del monte a primera hora de la tarde, acampando cerca del cauce del Guadalfaiar, conocido hoy como río Magañas, El viernes, 13, tras invocar el nombre del Señor, los tres reyes iniciaron la subida y acamparon en La Ensancha. Ese mismo día, tomaron el castillo del Ferral, aunque, según refiere el arzobispo de Narbona, no fue necesario asaltarlo, ya que sus defensores lo abandonaron ante el avance cristiano. De este lugar, conocido en las fuentes como castillo de la Cuesta (Hisan Al' Iqah) sólo quedan hoy unos muñones correspondientes a su torre. 

Las avanzadillas musulmanas se replegaron hacia la actual población de Santa Elena, donde se asentaba el real del califa Abu Abel Allah Mamad b. Yusuf b, Yacub b. Abd Al Mu'nin, conocido por al-Nasir y, entre los cristiano como el Miramamolín. Pero dejaron bien guarnecido el Paso de la Losa, desfiladero angosto que se encuentra en la vertiente sur del camino del Muradal, confundido por muchos autores con el desfiladero de Despeñaperros. 

Los castellanos intentaron, infructuosamente, forzar el paso y se produjeron choques, cuya violencia queda reflejada por la toponimia actual: Cerro de las Calaveras y Collado de la Matanza. 

Ante la dificultad, el mismo viernes se reunió un consejo de guerra que no halló otra posibilidad que desandar el camino y penetrar por otro punto de la sierra. Ante la alternativa, Alfonso VIII decidió forzar el paso a cualquier precio, pero entonces, según la Crónica de Jiménez de Rada, apareció un "hombre del lugar, muy desaliñado en su ropa y persona, que tiempo atrás había guardado ganado en aquellas montañas". 

El celebrado pastor o cazador, según otras fuentes, es posible que fuese uno de aquellos numerosos fugitivos de la justicia, que vivían en la frontera a salto de mata como golfines o almogávares, según entonces se les llamaba. Sea cual fuese su identidad, aquel personaje señaló a Diego López de Haro y a García Romero de Aragón una vía alternativa, que permitiría salvar el Paso de la Losa a las tropas cristianas. 

Ésa es una versión lógica, lo mismo que la posibilidad de que el ejército contara con guías, que al hallar tenaz resistencia en Losa, aconsejaran otro itinerario. La tradición milagrera, sin embargo, ha preferido ver en el providencial pastor al propio san Isidro, que acudió a guiar a los cristianos en aquel trance. 

El arzobispo lo cuenta así: "Indicó un camino más fácil, completamente accesible, por una subida de la ladera del monte; y dando igual que nos resguardásemos de la vista de los enemigos, pues aunque nos vieran no estaría en su mano impedirlo, podríamos llegar a un lugar adecuado para el combate." 

Este camino discurría, según la actual toponimia, desde La Ensancha hasta el Puerto del Rey, al Oeste, por la vertiente Sur de la Peña de Malabrigo, y no, como suponen otros autores, por la vertiente Norte de la Sierra. Siguiendo la ruta aconsejada por el "pastor", se cumplía el deseo de Alfonso VIII, que pretendía mantenerse a la vista del enemigo, con el fin de que sus hombres no creyeran que se trataba una retirada. 

Las tropas cristianas bajaron de la Sierra por la antigua calzada romana, deteniéndose, al llegar a la Mesa del Rey -"el monte que tenía una explanada en lo alto", en palabras del arzobispo-, para establecer allí su campamento. Este tramo de la antigua calzada romana, en la vertiente Sur de la Sierra, es aún hoy perfectamente transitable, incluso hay un tramo en tan buen estado que se conoce como El Empedradillo. 

El Miramamolín, que había podido seguir la marcha de los cruzados, envió un grupo de caballería con el fin de impedir que la vanguardia cristiana estableciera allí un campamento fortificado, produciéndose una importante escaramuza en lo alto de la Mesa, como lo certifican los abundantes restos (puntas de flechas, espuelas, etc.) hallados casi ocho siglos después de la lucha. Acampados en la Mesa del Rey, el sábado 14, los jefes cristianos celebraron un consejo de guerra en el que decidieron no entrar en batalla ni el sábado ni el domingo, aun en el caso de que al-Nasir les provocara. Querían que la tropa descansase, a la que la dura marcha por tan quebrado terreno había extenuado, lo mismo que a los caballos. Además, había que valorar las fuerzas del enemigo y establecer un plan de batalla. El domingo, 15, se guardó el día del Señor y Pedro II aprovechó la fiesta para armar caballero a su sobrino Nuño Sánchez, mientras el ejército musulmán intentaba infructuosamente provocarles. 

Ese domingo, los reyes cristianos, con Alfonso VIII llevando la voz cantante, planificaron la táctica de la batalla. Tal como el rey relató en su carta a Inocencio III, mezcló la caballería con los peones, las mesnadas de los concejos, con la gente de armas. Esto confirió gran cohesión a los distintos escuadrones entre sí y contribuyó a homogeneizar las fuerzas, factor importante, pues la gente de los concejos ni tenía el mismo espíritu ni el mismo adiestramiento que las órdenes militares y los nobles. Alfonso VIII -escarmentado tras la derrota de Alarcos- había reforzado el ejército con cuanta caballería pesada había podido reunir y la dispuso como reserva. Ésta fue, precisamente, la que destrozó la línea defensiva del palenque almohade. 

Unos versos procedentes del memorial genealógico de las casas Melgarejo, Contreras, Rojas, Quiroga, Saurín, Ruiz-Dávalos y Rocamora, redactado en 1805 a petición de Joaquín Melgarejo, nos ofrecen información relevante de la participación de personajes en la batalla de las Navas de Tolosa que después se asentaron en nuestras tierras: 

Vide la cruz floreteada 
en los escudos vermejos 
en la batalla ganada 
de las Navas muy nombrada 
por los nobles Melgarejos 
de aquel Conde de Castilla 
Fernán Mentales llamado 
se deriva su cuadrilla 
y son muchos en Sevilla 
ricos y de gran dictado. 

Anexo 17) Castillo de Miraflores 

El castillo de Miraflores, en Piedrabuena, Ciudad Real, es fortaleza islámica, con muestras cerámicas de los siglos IX-X. Construído en tabiya y en mampostería principalmente. Ocupado a mediados del XII por los cristianos, lo recuperan los almohades en 1196 y pasará de nuevo a los caballeros de Calatrava en 1212, sufriendo diversas modificaciones arquitectónicas. 

Es castillo adaptado al terreno, de forma irregular, con una única torre. Conserva toda su muralla de tabiya y mampostería. Es obra musulmana. Los calatravos modifican la entrada, adaptándola para el uso del rastrillo. Hay un gran aljibe con bóveda gótica de ladrillo, reforma cristiana, una gran caballeriza, sobre la que se levantaba la cámara principal, una cámara más pequeña con ventana de dos puntos y dos grandes almacenes. La torre tuvo cuatro plantas con suelo de madera hoy desaparecido. 

La fortaleza fue abandonada pronto, probablemente en el siglo XV, al trasladarse la puebla al llano y construir nuevo castillo, más cercano a la zona de cultivo y a las vías de comunicación, el castillo de Mortara, hoy plaza de toros, en Piedrabuena. 

Esta muestra de arquitectura militar, fortaleza del entorno de Calatrava la Vieja con la que tendrá relación tanto en época musulmana como bajo dominio cristiano, hay que compararla con las transformaciones experimentadas, en los siglos XII-XIII, por otros castillos de su entorno como Caracuel, Salvatierra, Alarcos o la misma Calatrava. 

Anexo 18) Castillo de Ciruela 

Situado en el término municipal de Ciudad Real, cerca de la carretera de Aldea del Rey. De origen musulmán, está construido sobre un pequeño cerro volcánico en las proximidades del río Jabalón. 

Ganado a los musulmanes por primera vez en 1156, fue donado al caballero toledano Armildo Meléndez pero la derrota de los cristianos en Alarcos hizo que volviera a poder de los árabes hasta su definitiva conquista tras las Navas de Tolosa construyéndose a su alrededor un pequeño poblado y la ermita de Santa Marina. Del castillo solo queda hoy una gran roca y del poblado y ermita algunas ruinas. 

Bibliografía de referencia: 

PARRILLA ALCAIDE, Carlos y PARRILLA NIETO, Miguel, “Linajes y Blasones del Campo de Montiel”, Biblioteca de Autores Manchegos, Diputación de Ciudad Real, 2003. Los Melgarejo, vinculados posteriormente a Villanueva de los Infantes y a todo el Campo de Montiel, procedían de la localidad burgalesa de Melgar de Fernamental. 
RUIBAL, Amador, “El camino de Toledo a Córdoba por el paso de Alhover y su defensa”, Actas del II Congreso Internacional de Caminería Hispánica. Tomo II. 
VARA THORBECK, Carlos, “Las Navas de Tolosa una batalla decisiva en la historia de España”, Anuario de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo.

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